Lingüística misionera jesuítica en América Latina: el cuidado de la diversidad cultural


Del 17 al 31 de octubre de 2022

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La Biblioteca de la Universidad Pontificia Comillas ha realizado una selección bibliográfica que lleva por título: Lingüística misionera jesuítica en América Latina: el cuidado de la diversidad cultural. Una pequeña muestra del extenso fondo misional que atesora. Se suma así a las actividades del Foro de Política Lingüística organizadas por el Ciclo del Multilingüismo y de la Multiculturalidad y el Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales.

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Estudio y aprendizaje de las lenguas en las primeras misiones de las Indias occidentales

Desde tiempos muy tempranos, antes de la fundación de la Compañía de Jesús, los primeros compañeros ya habían asumido el estudio de las lenguas como medio privilegiado para la eficacia de la misión. Pedro Fabro escribe a Diego Gouveia:“la distancia del país no nos espanta, ni el trabajo de aprender lenguas: se haga solo lo que más agrade a Cristo”.

Sólo un par de meses después de haber llegado a Roma para asumir la responsabilidad de la Secretaría general de la Compañía de Jesús, Juan Alfonso de Polanco escribe al padre Laínez exponiéndole el pensamiento de Ignacio acerca de los estudios de humanidades. El conocimiento de las lenguas otorga autoridad: “el P. Mtro. Ignacio, el cual tanto está puesto en querer que sean buenos latinos los de esta Compañía”, “las lenguas son sin duda útiles para la inteligencia de la Escritura; y así el tiempo que a ellas se da hasta poseerlas, será útilmente empleado”, para entender los dones de Dios “las lenguas, especialmente la latina, son muy necesarias”.

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Siguiendo el pensamiento y la voluntad de Ignacio, Polanco alentó el estudio de las lenguas hasta el último momento de la vida del Fundador: “Parece convenir para la edificación y aprovechamiento de los pueblos, entre quienes vive nuestra Compañía, y para la unión y aumento de la caridad y benevolencia de los nuestros, que en los lugares donde hay colegio o casa de ella, todos los que no la sepan, aprendan la lengua que allí sea común, y en esta se hable comúnmente; porque sería gran confusión y desunión que, siendo de diversas naciones, cada cual hablase su propia lengua”.

El mismo Ignacio de Loyola expresó reiteradamente su interés por el conocimiento de las lenguas locales: “ha mandado nuestro Padre que en todos los lugares donde se halla la Compañía, hablen todos la lengua de la tierra; si en España, española; si en Francia, francesa; si en Italia, italiana”. Por el Memorial de Luis Gonçalves de Câmara sabemos del interés que Ignacio mostró su insistencia en que en las casas internacionales de Roma se hablara correctamente italiano.

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En 1583 había 137 jesuitas en la provincia del Perú. La evangelización de los indios se consideró siempre una prioridad. En 1601, de los 105 sacerdotes jesuitas que formaban la provincia, 78 sabían quechua y/o aymara. Una de las principales ocupaciones de la Compañía de Jesús en Perú fue el estudio de los idiomas indígenas, y no lo tuvieron fácil: “José de Acosta calculaba que, entre Quito y Lima, territorio bien conocido, se hablaban 700 lenguas y dialectos”

Los principales jesuitas nacidos en Perú fueron Blas Valera, Bartolomé de Santiago, Martín Pizarro, Pedro de Añasco, Onofre Esteban, Antonio Ruiz de Montoya y el H. Gonzalo Ruiz, “perito en lengua quechua”.

En el Virreinato de Perú es significativo el caso del padre Alonso de Barzana (1530-1597). En 1567 empezó a estudiar quechua en Sevilla, mientras esperaba embarcarse a Perú, con una gramática y unos vocabularios publicados en Valladolid en 1560. Finalmente partió en 1569, y llegado Lima comenzó a trabajar en las doctrinas de Santiago del Cercado y Huarochirí, ambas dependientes de la ciudad. En los informes de la Compañía de Jesús se destaca su conocimiento de las lenguas quechua y aymara. 

En 1576, la II congregación provincial encargó a Barzana la redacción de la gramática y el catecismo en ambas lenguas y la III congregación lo envió a Potosí (1582). Pocos meses después la Audiencia de Charcas lo nombró catedrático y examinador diocesano de quechua, aymara y puquina, ésta última hablada en territorios de la actual Bolivia, respondiendo así a la orden de Felipe II por la que todos los sacerdotes debían conocer las lenguas indígenas.

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Junto con Alonso de Barzana hubieron otros jesuitas relevantes que fueron grandes conocedores de las lenguas indígenas. Los peruanos Blas Valera y Bartolomé de Santiago tradujeron al quechua el Catecismo conciliar del III concilio limense (1582), basado en el Catecismo que previamente había compuesto Alonso de Barzana. Diego González Holgún y Diego de Torres publicaron gramáticas y vocabularios en quechua

Pablo de Prado escribió también un libro de meditaciones en quechua y Pedro Marbán una gramática en mojeño. Martín Pizarro destacó como excelente catequista en quechua y aymara. Gonzalo Ruiz fue durante 40 años (1568-1618) compañero de las sacerdotes misioneros de Lima, Cuzco, Arequipa, Huamanga y en Potosí (Bolivia). Pedro de Añasco fue enviado a Tucumán (Argentina) donde predicó y catequizó en las lenguas tonocoté y kakana. Onofre Esteban fue misionero popular en Quito (Ecuador), mientras que Ruiz de Montoya fue uno de los primeros misioneros que se sirvieron del guaraní para la evangelización del Paraguay.

Bartolomé de Santiago (1548-1589) formaba parte del grupo de mestizos admitidos por la Compañía, no sin cierta polémica política y eclesiástica, pues Felipe II había prohibido en las Indias el acceso de mestizos al sacerdocio por decreto del 2 de diciembre de 1572. El provincial José de Acosta afirmó en declaración jurada (5 de agosto de 1583) que había tratado a varios sacerdotes mestizos en los doce años que llevaba en el Perú y que juzgaba que eran muy útiles para adoctrinar a los indios, "pues saben muy bien su lengua y los indios les dan mucho crédito y les tienen afición”; añadió que varios de ellos hicieron “muy buenas traducciones del Catecismo del concilio al quechua y al aymara”

La carta anua de 1589 donde se informa de la muerte de Bartolomé de Santiago alaba su conocimiento de las lenguas quechua y aymara e informa que el pueblo le había dado el sobre nombre de Misk’i simi (“palabra dulce” en quechua).

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El Padre General Mercuriano dispuso que no se admitiese al sacerdocio a los que no conociesen alguna lengua indígena, algo sobre lo que volverá en 1583, su sucesor el padre Aquaviva. En México se abrió la primera casa de lenguas en Tepotzotlán (1580) para el estudio de los idiomas náhuatl, otomí y mazahua. Cinco años más tarde, la provincia contaba con 16 jesuitas que conocían estas lenguas a las que se añadía el tarasco.

En 1604 la lista de idiomas aprendidos por los jesuitas de la provincia de México era llamativa: náhuatl, otomí, mazahua, tarasco, zacateca, acaxe, tepehuán, cuitlateca, guachchil, guaxabana, guazave, Ocoroni, totonaca, zapoteca y matlainca. Desde 1594, en el catálogo de la provincia se indicaba la lengua o lenguas que cada jesuita de la provincia de México conocía. Todo este aprendizaje les capacitaba para escribir catecismos y diálogos de la doctrina en más de veinticinco lenguas y dialectos: el padre Hernán Gómez, en otomí; Gonzalo de Tapia en lengua mexica; el padre Jerónimo de Figueroa en tepehuano; Juan Copart, en cochimí; el padre José de Ortega escribió un catecismo en lengua coxa y Francisco de Miranda en otomí. Todas estas obras constituyen “las reliquias literarias más antiguas de aquellas lenguas”.

En el territorio de Brasil destacó la figura del navarro Juan de Azpilcueta (1523-1557). Aprendió pronto y bien la lengua de los indígenas. Fue el primero en escribir un “resumen de predicación en lengua tupí. Planeó también una gramática en esta lengua, pero no llegó a completarla”. Cuatro años más tarde de la salida de Azpilcueta, en 1553, zarpaba desde Lisboa hacia Brasil José de Anchieta (1534-1597); tras once años en Bahía se convirtió en uno de los grandes conocedores de la lengua y la cultura tupí. Compuso la primera gramática en esta lengua que ofreció un gran apoyo a posteriores misioneros: Arte de gramática da lingua mais usada na costa do Brasil (Coimbra 1595) ; también un Auto representado na festa de São Lourenço trilingüe (español, portugués y tupí). Recientemente se publicó su obra poética cuadrilingüe, español, latín, portugués y tupí: Lírica portuguesa y tupí (São Paulo 1984).

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Selección bibliográfica

La Biblioteca ha seleccionado una serie de monografías que muestran cómo, tras su descubrimiento, América aportó un formidable espacio geográfico y una enorme diversidad lingüística y cultural por explorar. El guaraní, el nahúatl, el maya, el quechua o el aimara son algunos de los numerosos idiomas precolombinos cuyo estudio iniciaron los misioneros hispánicos. Conscientes de lo imprescindible de su conocimiento para lograr una sólida transmisión de la fe cristiana.

Las órdenes religiosas, entre ellos los jesuitas, desarrollaron en sus territorios misionales una intensa labor lingüística, cuyo reflejo ha llegado hasta nosotros en forma de vocabularios, gramáticas o catecismos entre otros géneros. 

Esta selección bibliográfica quiere dar a conocer a la comunidad universitaria este extraordinario legado, en una pequeña muestra del extenso fondo misional que la Biblioteca atesora y que ha divido en dos secciones: la lingüística misionera en América y los catecismos, vocabularios, gramáticas en lenguas amerindias y monografías sobre jesuitas destacados en esta labor.

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Créditos:

Coordinación:

  • Dra. Nadia Rodríguez Ortega

Coordinadora del Multilingüismo y la Multiculturalidad, Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe

Texto:

  • Dr. José García de Castro

Facultad de Teología

Selección bibliográfica:

  • Blanca Herranz Vírseda

Servicio de Biblioteca

Descripción bibliográfica:

Grupo de catalogación de la Biblioteca de la Universidad Pontificia Comillas

Diseño del cartel y vídeo de la exposición:

  • Blanca Herranz Vírseda

Servicio de Biblioteca

Diseño web:

Unidad de Visibilidad. Servicio de Biblioteca